Miramar

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Acerca de

“miramar” se asemeja al nombre de una promesa, la que se adivina desde la ventana de un hotel anticuado, la que persigue “Monje junto al mar” de Caspar David Friedrich, y tiene su origen en canciones de saudade (anhelo).

Con la ayuda de una escenografía en la que la luz se difracta y reverbera en un ballet mecánico, un primer actor intérprete viene a delimitar el espacio, sujetando el cuerpo en un punto de observación. Le siguen diez bailarines o personajes en busca de un horizonte. Se inscriben en su mirada y constituyen el flujo que lo vincula y lo aleja a la vez del poder del fuera de campo. Pero entre el lugar fijo del que observa y la línea infinita donde se recorta el horizonte, ¿qué vemos? ¿Un anhelo, un vacío o una esperanza apuntada en la distancia, “más allá”, “en otra parte”?

Tras “Une Maison” y “En son lieu”, la coreografía de esta pieza asocia lo invisible con los contornos de la materia. Figuras a medio camino entre el pasado y el futuro, perspectivas singulares hacia un deseo posiblemente común.